“En ese momento, una mujer que había estado sangrando durante doce años se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto. Ella se dijo a sí misma: 'Si tan solo toco su manto, seré sana'. Jesús se volvió y la vio. 'Ten ánimo, hija', dijo, 'tu fe te ha sanado'. Y la mujer fue sanada en ese momento.” -Mateo 9:20
Un día, mientras estaba afuera con mi par de chanclas favoritas, vi a alguien en una cafetería local que no había visto en mucho tiempo. En mi exuberancia y entusiasmo por darle un abrazo, di un paso hacia él cuando recibió mi abrazo. Desafortunadamente, en el proceso, movió su zapato de tal manera que apenas me cortó la uña del pie derecho. Después de que terminamos de abrazarnos, hubo un ligero retraso y luego una oleada de dolor. Cuando miré hacia abajo, la mitad de la uña de mi pie estaba doblada hacia arriba y la sangre brotaba de ella. Durante días y semanas tuve que seguir usando mis zapatos abiertos debido a mi herida. Desafortunadamente, los calcetines y las zapatillas de tenis simplemente no funcionarían con la forma en que se había lesionado la uña del pie.
Es gracioso, nunca presté mucha atención a dónde estaban mis pies mientras pasaba por la vida. Pero ahora que mi dedo del pie estaba lesionado, era muy consciente de su ubicación en relación con todo y todos los demás. Durante semanas, con mucha cautela, me posicioné cuidadosamente para evitar más dolor.
Es interesante cómo las heridas sin curar afectan todo lo que hacemos en la vida. Las heridas no cicatrizadas afectan la forma en que caminamos, la forma en que hablamos y la forma en que interactuamos con los demás. Y no fue hasta que mi dedo del pie estuvo completamente curado que pude pasar por la vida sin tener que preocuparme por lastimarme de nuevo.
En la escritura anterior, Jesús sanó a la mujer que sangraba de dos maneras. No solo la sanó físicamente, sino que la sanó y restauró relacional y emocionalmente también. La herida que durante tanto tiempo la alejó de los demás se convirtió ahora en testimonio de la bondad de Dios. Ahora que esta mujer fue sanada, podía prosperar y no solo sobrevivir. Ella podía participar más fácilmente en la misión que Dios tenía para ella gracias al toque sanador de Jesús en su vida.
RETO
¿Qué pasa contigo? Tómese un momento para preguntarle a Dios si alguna herida o dolor del pasado le impide hablar, caminar y ser de la manera que Dios quiere para usted. Si algo le viene a la mente, tómese un tiempo para intimar con Jesús y pídale que sane este dolor. ¡Quizás se convierta en un testimonio mientras trabaja por el reino de Dios!